martes, 14 de junio de 2011

Factores afectivos en la enseñanza del español

He tenido recientemente la oportunidad de participar en un seminario ofrecido por la Dra. Jane Arnold sobre los factores afectivos en la enseñanza del español. Desde su amplia experiencia investigadora y docente, así como de formadora de profesores de segundas lenguas, me resultó muy interesante comprobar como muchas de mis “intuiciones” en relación con este tema, no sólo han sido objeto de interesantes estudios, sino que también ha dado lugar a interesantísimas (y compartidas) conclusiones. Dichas conclusiones no hacen sino corroborar una idea cuya vigencia mantengo y defiendo desde hace tiempo en el ámbito de la enseñanza de segundas lenguas: como seres humanos que somos, no podemos despreciar el rol que juegan los elementos afectivos en todos los aspectos de nuestra vida, también en el del aprendizaje. Dichos elementos son tan importantes, al menos, como nuestra capacidad racional.

Os dejo un cortísimo resumen del capítulo introductorio del libro "Affect in Language Learning" de Jane Arnold. Espero que lo leais (yo os lo recomiendo) y que os resulte tan interesante como a mí. Sólo pensar en todas las posibilidades que se abren en la enseñanza del español desde la óptica que plantea es fascinante.

            Afirma la Dra. Arnold que la afectividad está relacionada con aspectos de nuestro ser más emocional. Sin perjuicio de la necesidad de establecer ciertas diferencias entre emociones (entendidas como los cambios que experimenta nuestro estado corporal en respuesta a situaciones de todo tipo, positivas y negativas) y sentimientos (la percepción de las citadas emociones), se reafirma en la idea de que existe un amplio espectro de factores relacionados con la afectividad, con las emociones, que tienen una influencia definitiva en el proceso de aprendizaje de una lengua. Es más, afirma que este lado afectivo no está en ningún momento reñido con el lado cognitivo de nuestra personalidad (tanto es así que se ha demostrado que a nivel neurobiológico, las emociones integran también la racionalidad y que la ausencia de las mismas puede comprometer seriamente nuestra capacidad racional). Las emociones, por tanto, ocupan el centro de la vida cerebral de los seres humanos.

Por ello, prestar la debida atención a los factores emocionales en el proceso de aprendizaje de la lengua puede conducir a un proceso de aprendizaje más efectivo. Además, la relación entre afectividad y lenguaje es bidireccional, por lo que la atención a factores afectivos puede mejorar los procesos de enseñanza-aprendizaje de la lengua, a la par que puede convertir la clase en un entorno de educación afectiva.

En el contexto educativo es preciso atender a un concepto fundamental: el de inteligencia interpersonal, que se define como la capacidad para entender y responder de forma afectiva a otros. De este modo, para educar a cualquier persona es preciso hacer confluir los dominios de lo cognitivo y de lo afectivo; el proceso de aprendizaje tiene una dimensión cerebral global, es decir, debe incluir ambos aspectos del ser humano, la racionalidad y la afectividad, de forma integrativa.

En el aprendizaje de segundas lenguas, influyen tanto factores individuales (inherentes a la personalidad del alumno) como factores relacionales. Entre los factores individuales, es preciso destacar el papel positivo que pueden jugar la motivación y la autoestima (como aceleradores del aprendizaje) frente a factores como la ansiedad, la inhibición o la baja autoestima que pueden obstaculizar de forma notable el proceso de aprendizaje.

Para entender el rol de los factores relacionales, es preciso partir de una premisa clara: tanto el uso como el aprendizaje de una lengua forman parte de un proceso transaccional. La transacción se materializa en el hecho de tener que realizar un acto de conexión con otros, lo que está relacionado directamente con el lado más emocional del ser. Una buena parte de lo que consideramos que somos está formado por nuestra identidad social. Es nuestro auto-concepto. Entre los factores emocionales relacionales que tienen un efecto clarísimo en el aprendizaje de segundas lenguas se encuentran la empatía (o capacidad de "ponerse en los zapatos de otro” sin necesidad de abandonar la posición propia), la capacidad de transaccionar (o negociar para aunar el significado) en el marco del aula o la capacidad de aculturación del alumno (es decir su capacidad para integrarse social y culturalmente en la lengua meta del aprendizaje).

Concluye la Dra. Arnold al final de este capítulo introductorio, que el modelo de aprendizaje es piramidal, siguiendo a Heron. Se describen cuatro formas de aprender de la experiencia: la acción, el concepto, la imaginación y la afectividad. Si colocamos estos cuatro modos de aprendizaje en una pirámide, la cúspide estaría ocupada por el modo activo (aprendemos de los hechos, de la acción). El siguiente escalón estaría ocupado por el modo conceptual (aprendemos conceptos, en nuestro caso, sobre la lengua). Un tercer escalón sería el que ocuparía la imaginación y la intuición en el modo de aprendizaje (es decir, lo que nos permite ver la lengua como un todo). En la base de la pirámide estarían los factores afectivos y emocionales, es decir, la consciencia del modo en que éstos influencian nuestro proceso de aprendizaje. Como conclusión: el resto de modos de aprendizaje se apoyan y reciben la influencia de esta amplia base emocional.

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